Hanae y la Reliquia del Dragón by Núria Hernandez

Capítulo 1

La tribu del norte

El rey Edred tenía muy claro que el mundo en el que vivían necesitaba encontrar la paz. La lucha para encontrar los fragmentos de aquella piedra preciosa que reconstruida invocaba a la madre de los dragones era incesante. Todos querían que Nashira les concediera un deseo, y se cometieron crímenes atroces para ello. El rey de la tribu del norte tenía muy claro que la reliquia debía permanecer en Pendragon, su tierra, y de donde era originaria la piedra preciosa. Quería asegurarse de que nunca jamás se volvía a invocar a Nashira, de esa forma la piedra jamás volvería a romperse, nadie empezaría una guerra por hacerse con los fragmentos y quedaría bajo la protección de los dragones. No más guerras, no más traiciones, ni más deseos egoístas de aquellos que una vez se hicieron con ella. Todo lo que el rey quería era juntar esos fragmentos, reconstruir la reliquia y detener la rueda de una vez por todas.

Esta vez Gedeón, el dragón del rey Edred, guiado por el poder que desprenden los fragmentos de la piedra, los había llevado hasta la ciudad de Xyla, al sur del continente.

  • El clima ha cambiado, jefe, está claro que hemos llegado a nuestro destino.
  • Lo noto, Lex, pronto llegaremos a la ciudad, pero necesitamos pasar desapercibidos. Atravesar por el bosque ha sido una buena decisión.
  • Sí, y que Gedeón haya decidido esconderse en las montañas también.
  • Es una bestia inteligente. Entrar en otro territorio montado en un dragón no es una buena forma de pasar desapercibido…
  • Tienes idea de a dónde puede encontrarse el fragmento? Solo nos queda este, verdad?
  • Sí, pero recuerda que el último que recogimos estaba resquebrajado, y eso no pinta muy bien…
  • Crees que alguien pueda tener parte de ese último fragmento?
  • No lo sé, Lex, pero ahora centrémonos en el que hay aquí. Es muy probable que esté escondido en el castillo de Xyla. Y eso significa que la reina lo debe guardar bajo protección.
  • Solo son rumores… hay que estar seguros de ello.
  • Lo averiguaremos. Todo marchaba tranquilo, pero Edred se detuvo en seco haciendo detener a todo su grupo. Alguien hacía rato que los observaba.
  • No te servirá de nada mantenerte escondido. Sé que nos observas.- pronunció en alto el rey.
  • No es muy sensato caminar por aquí de noche.- la silueta de una persona encapuchada, empuñando una larga vara de doble cuchilla se dibujaba en la altura de un árbol. Reflejada por la poca luz que se colaba entre los árboles impedía que vieran su rostro.

01

  • Quién eres? Muéstrate. Todos los guerreros se pusieron en posición de ataque pendientes de cualquier movimiento de aquel misterioso individuo. Detrás de todos los hombres armados con sus espadas arakh se encontraba Elaya, la princesa de Pendragon, la hija de Edred, montada en un caballo blanco y expectante de la situación. La princesa intentaba descubrir el rostro de aquel sujeto que había aparecido de la nada. El personaje misterioso sonrió al ver el alboroto que había causado con solo aquellas palabras y con todos aquellos hombres dispuestos a hacerlo añicos. Saltó del árbol al suelo con agilidad, plantándose delante del rey, que aunque éste le sacaba tres cabezas no parecía importarle.
  • No he venido a pelear, necesitáis calmar a vuestros hombres.- dijo en tono burlón. Guardó su vara y se sacó la capucha. Era normal que no vieran su rostro porque el individuo llevaba puesta una máscara que cubría toda su cara. El rey frunció el ceño. Esta máscara y este tipo de arma… me son familiares… A decir verdad, sus atuendos no eran muy comunes, no parecía de Konan, ni tampoco de Pendragon. Eso despertó la curiosidad del rey.
  • Te he preguntado quién eres….- repitió Edred sin mucha paciencia. Uno de los guerreros que acompañaba al rey dio un paso al frente, apretando fuerte su espada con ambos puños. El rey levantó la mano, automáticamente el hombre bajó el arma y se relajó. El individuo seguía sonriendo, parecía divertirle aquella situación.
  • Qué clase de modales son esos?.- continuó burlandose.- Además, os recuerdo que sois vosotros quien está en territorio enemigo. Quiénes sois? Qué hacéis en este bosque?
  • Soy Edred, rey de Pendragon, y estos son mis guerreros. No pretendemos pelear contigo. El individuo borró la sonrisa de su cara y frunció el ceño detrás de su máscara.
  • Edred?… .- murmuró el guerrero. Se hizo un silencio mientras procedió a quitarse la máscara y bajarse la capucha. El rey Edred se sorprendió al darse cuenta que no se trataba más que de un chico joven, no mucho más mayor que su hija Elaya, quizás incluso de la misma edad. Su piel era fina y blanca y llevaba una cicatriz bastante visible encima de la nariz que le cubría la cara de mejilla a mejilla. De pelo negro y recogido en una cola alta muy parecido a los samurai en la era Sengoku. Por su aspecto y sobre todo por su mirada parecía no haber tenido una vida fácil. Después de desenmascararse siguió hablando.
  • Os conozco… Sois la tribu del norte, verdad? La tierra de donde nacen los dragones… me equivoco?
  • No te equivocas, pero no podemos perder el tiempo, permite que sigamos adelante, te repito que no pretendemos pelear contigo. Edred junto a su grupo emprendieron nuevamente la marcha, pero el chico no parecía que fuera a dejarlos marchar tan fácilmente. Y siguió hablando.
  • Si lo que queréis es pasar desapercibidos no váis a lograrlo con ese grupo tan grande. El rey miró de reojo pero hizo caso omiso a sus palabras.
  • Conozco un buen sitio para pasar la noche. Tampoco obtuvo respuesta, pero lo que el chico dijo después de eso no dejó a Edred indiferente.
  • Estáis buscando un fragmento? Edred se detuvo en seco nuevamente y frunció el ceño a su dirección, de repente no se fiaba de aquel personaje misterioso. Este chico había aparecido de la nada, pero parecía saber muchas más cosas de las que creía.
  • Me llamo Hanae.- continuó y agachó la cabeza a modo de saludo.- Yo tampoco quiero pelear con vos, pero decidme, buscáis un fragmento, verdad? Yo sé dónde encontrarlo.
  • Por qué debería creerte?
  • Puedes no hacerlo, está bien. Pero yo conozco el castillo de Konan mucho mejor que cualquiera de vosotros.
  • Se encuentra en el castillo?
  • Eso es lo que sé.
  • Es solo un rumor.
  • Podemos ir y comprobarlo…
  • Si sabes que está allí, por qué no lo has cogido tú antes?
  • No me interesaba ese fragmento… Hasta ahora.
  • Hasta ahora?
  • Os explicaré cuánto sé, pero debéis seguirme, señor, no estamos seguros aquí. Si me permitís… os encontraré un sitio donde descansar.
  • Debería confiar en ti?
  • Bueno, si no te arriesgas es difícil conseguir algo…- contestó con picardía. Hanae atravesó con decisión al grupo de guerreros hasta llegar al caballo blanco donde iba montada Elaya. Pasó despacio por su lado. Elaya lo miraba, pero Hanae no osó alzar mucho la cabeza. Pasó de largo y siguió el camino. Edred y Lex se miraron y su fiel amigo asintió con la cabeza. Cuando Edred atravesó el grupo siguiendo a Hanae, todos le siguieron. La princesa es mucho más bella de lo que dicen.- pensó Hanae.

02

Acababa de esconderse por el horizonte el último rayo de sol cuando el grupo llegó a la cima de un pequeño monte. Era un lugar en el que Hanae se aislaba a menudo para relajarse. Desde allí se podía observar la ciudad entera de Konan y la fortaleza en donde reside la reina. Definitivamente era un buen sitio donde quedarse y pasar desapercibidos, además el bosque los mantenía bastante escondidos. Los hombres de Edred montaron el pequeño campamento, mientras Hanae se sentó junto a Elaya que descansaba en unos troncos cerca del fuego. La princesa jugueteaba con el fuego entre sus manos y parecía que sus dedos danzaban entre las llamas de la hoguera, pero parecía no quemarse…

  • No te quemas?.- pregunté con sorpresa. Elaya se rió. La pregunta pareció haberle hecho gracia y negó con la cabeza.
  • Hanae puedo hablar contigo?.- Edred se sentó junto a nosotras en la hoguera.
  • Claro.- respondí.
  • Te agradezco mucho que nos hayas encontrado este lugar.
  • No es nada.
  • De dónde eres, Hanae? No pareces de aquí.
  • Mi casa está lejos de aquí. En un pueblo pequeño hacia el este.
  • Y qué haces por aquí entonces? Estás muy lejos de tu hogar. Y tu familia?
  • Estoy aquí por una sola razón…
  • Puedo preguntar de qué se trata?- Edred frunció el ceño.

Entrecerré los ojos, pensando en qué respuesta iba a darle. Estoy segura de que Edred está aquí para buscar los fragmentos, pero no tengo ni idea de qué quiere hacer con ellos. Prometí a mi familia que cuidaría de ellos, que los cuidaría para que ese rey se los quedara, pero ahora que lo tengo delante y no conozco sus intenciones no me fio de él… y no quiero que no vuelvan a caer en malas manos.

  • Debo proteger la reliquia de aquellos que quieran llevársela.

Miré al rey al instante que le di mi respuesta. Conocer su reacción me daría alguna pista. El fuego se reflejó en los ojos de Edred, que miró fijamente al guerrero tras su respuesta. Parecía como si las pupilas se le hubieran vuelto rojas. Elaya miró a su padre y se dió cuenta de su mirada desafiante. Rápidamente preguntó.

  • Qué sabes sobre eso? Aparté la mirada del rey y me centré en Elaya, que parecía mucho más calmada.
  • En mi país se contaba que la reliquia invocaba a un dragón que concedía un deseo a la persona que lo invocara y que ésta reliquia debía ser protegida para evitar que cayera en manos equivocadas. Pero la reliquia se rompe una vez es usada y los fragmentos se expanden por el continente. Buscáis los fragmentos, verdad? En la fortaleza se aguarda uno…
  • Así es.- dijo Edred.- La reliquia nos pertenece.
  • Entonces es verdad!? Se invoca un dragón de verdad!?
  • Lo dudabas?
  • Siempre pensé que era un cuento de niños… mi madre nos contaba historias de dragones a mí y a mis hermanos cuando eramos pequeñ- Qué me pasa? Mi voz se ha quebrado de repente y siento un nudo en la garganta que no me deja seguir hablando, incluso se me corta la respiración.
  • Hanae? Hanae estás llorando.- la voz de Elaya sonó preocupada. No puedo evitar que las lágrimas empiecen a deslizarse por mis mejillas, maldita sea, no puedo pronunciar palabra. Sequé las lágrimas de mis ojos con la manga de mi ropa en un intento de que dejaran de salir.
  • No estoy llorando.
  • Vamos a dejarlo por hoy… Tenemos que descansar todos. Hanae, mis hombres te han preparado una cabaña para ti. Quédate en nuestro campamento esta noche y duerme un poco.
  • Sí, señor.

Me levanto y me despido de Elaya con un tímido lo siento casi inaudible, pero necesito alejarme de aquella hoguera y me dirijo a la cabaña que Edred ha mandado prepararme. Es pequeña y acogedora, no necesito más, incluso es mucho más de lo que he tenido a veces para pasar las noches. Tengo un bol con algo que parece alimento esperando al lado de la cama. Me siento al borde de la cama y cogo el bol, está caliente y huele muy bien. En cuanto me llevo una cucharada a la boca mis lágrimas empiezan a brotar de nuevo y el nudo en la garganta me impide poder tragar con fluidez, pero el sabor está de muerte y me engullo el bol entero. Si las historias que se contaban en mi pueblo eran realmente ciertas, ahora tengo la sensación de que por fin estoy en el camino correcto. Creo que tendría que volver a hablar con Edred. Salgo de la tienda, más calmada y con la barriga llena y me dirijo a la cima de la colina donde veo que se encuentra el rey, observando la ciudad ahora oscura. Solo se veía iluminado el castillo por las antorchas y algunas calles principales.

  • Acércate Hanae. Tienes algo que decirme? Me sobresalto al escucharlo, no esperaba que Edred notara mi presencia. Me acerco un poco más a él, pero permanezco detrás.
  • Señor… quería hablar con usted acerca del fragmento de la reliquia que os falta.
  • Adelante, habla.- contesta sin dejar de mirar hacia la ciudad.
  • He estado protegiendo el fragmento del castillo durante mucho tiempo y se muy bien para quien protegía la reliquia mi familia. Lo supe en cuanto la vi. Es por eso que os detuve en el camino…
  • Elaya es aún muy joven pero será una gran reina.
  • Deja que me una a vosotros. Deja que os lleve hasta el fragmento y que proteja a la princesa.- clavé la mirada al suelo, esperando impaciente la respuesta del rey.
  • Hanae… Puedo saber… Quién es tu rey?
  • Yo no tengo rey, señor.
  • Pero debes servir a alguien, en tus tierras, tal vez.
  • No, señor, solo sirvo a mi familia, el Clan Takeda.
  • No tenía dudas de eso, tu emblema, el tipo de armas que usas y tus atuendos… Dime una cosa, sabes luchar? Te han enseñado?
  • Por supuesto, llevo años haciéndolo.
  • Con eso no basta… El Clan Takeda es conocido por su destreza militar, es que no te han enseñado nada? Levanto la cabeza y miro fijamente al rey. No entiendo a qué vienen todas estas preguntas, sin embargo él parece bien entusiasmado por la conversación y por mis respuestas que no le convencen lo más mínimo. Siguió hablando.
  • …Pero no cualquiera se atreve a enfrentar a un grupo de guerreros armados y con su rey al frente.- continuó divertido.
  • Eso fue muy insensato?…- pregunté con timidez. Edred se rió pero no me respondió.- Estoy dispuesto a hacer esto y mucho más! Os lo ruego, señor. Dadme una oportunidad.- continué insistiendo y esta vez me arrodillé apoyando las manos en el suelo.
  • Levántate, Hanae. Puedes quedarte con nosotros, me gusta tu espíritu.- Edred contenía su sonrisa en el rostro. Pasó por mi lado y me tocó el hombro.- pero Elaya no es nada fácil de proteger, te lo advierto.- sentenció con un aire divertido y se alejó de la cima volviendo al campamento con sus hombres.- Buenas noches.

Sonrío con satisfacción y me dejo caer al suelo. Me quedé en la colina por un tiempo, era la noche más estrellada que había visto en mucho tiempo. Me acomodo en la acolchada hierba y observo el maravilloso cielo. Era tan bonito… Me sentía bien ahora, como si algo en mi interior se hubiese calmado y hubiese dejado de perturbarme, como si la espina que se había estado clavando en mi pecho durante tanto tiempo hubiese dejado de presionar tan fuerte. Al fin había encontrado el verdadero motivo por el que había tenido que pasar tanto sufrimiento, tanto dolor. Ahora que los había encontrado todo tenía un poco más de sentido.

  • Bonita noche.- una agradable voz me hizo salir de mis pensamientos. Me sobresalté y me incorporé al instante.
  • Me has asustado, Elaya.
  • Perdona, no era mi intención.- dijo riéndose. Se paró y se sentó a mi lado.- Siempre son así de estrelladas las noches aquí?.- preguntó alzando la vista al cielo.
  • Nunca había visto el cielo tan despejado. Observo a la princesa que permanencia absorta en las estrellas. Su rostro transmitía una calma que nunca había sentido antes en nadie. Su piel fina y su pelo blanco brillaban a pesar de la poca luz que había. Sus ojos eran de un verde azulado intenso precioso. Había oído hablar de su belleza pero no pensé que fuera para tanto.
  • Eres muy bonita.- me dijo de repente Elaya sin dejar de mirar al cielo. El corazón me dio un vuelco en el instante en el que la escuché decir eso. No sabía con seguridad si el sobresalto que me provocó fue por nervios o por el miedo de haber sido descubierto. Me sorprendieron tanto sus palabras que tardé en reaccionar. Cómo supo…? Que yo era… ?
  • Cómo supiste que era una chica!?
  • Lo supe desde que empezaste a hablar en la hoguera.- se mofó, con una sonrisa amable y despreocupada. Sentí que me sonrojaba.
  • No se lo digas a nadie, por favor, si se enteran…
  • A mi gente eso no le importa.- me interrumpió.- Puedes estar tranquila con nosotros. Las mujeres pueden ser lo que quieran en nuestro país; curanderas, esposas, herreras, incluso guerreras como tú. No es lo mismo en tu pais?
  • No, en mi clan no está permitido que una chica sea una guerrera. No tampoco está bien visto aquí. Me han ido mucho mejor las cosas cuando todos han pensado que era un chico. Sonrío con alivio, al pensar que mi condición no va a ser un problema para ellos.
  • Pero por qué alguien como tú se ha convertido en una guerrera, entonces?
  • Se me hace raro que digas guerrera en realidad.- sonreí. - Ya lo debes saber, seguro que estarás al corriente.
  • No necesito que me protejas,Hanae. Quiero decir… que no quiero que sufras ni que nadie te hiera por mí. No tienes por qué hacerlo.
  • Claro que tengo que hacerlo. Es lo que quiero, ha sido mi decisión.
  • Lo que quieres o lo que debes? Su pregunta me hizo pensar. Realmente debía hacerlo pero después de lo que me pasó, encontrar a la tribu y servirla se había convertido en una de las cosas que más quería en este mundo.
  • Sea como sea tengo que hacerlo, Ely. Suena un poco dramático pero al fin y al cabo es para lo que me entrené tanto. Elaya agachó la cabeza y sonrió con nostalgia al escuchar su nombre dicho de esta manera.
  • Hacía siglos que nadie me llamaba así.- dijo sin dejar de sonreír.
  • Ah… lo siento.
  • No,no, está bien, me gusta.- Fue la primera vez que Elaya me miró tan directamente a los ojos. Ella parecía estar contenta, sin embargo a mi me dejó paralizada la intensidad con la que me miraba y lo penetrante que podía llegar a ser.
  • Soy yo quien cuidará de ti.- añadió.

Juntó su frente con la mía sin desviar la mirada ni un solo milímetro de mí y mi corazón no pudo evitar dar un fuerte pálpito. Por unos segundos respiramos el mismo aire. Elaya cerró los ojos y respiró hondo. Fue una sensación agradable sentir como su calma poco a poco invadía mi cuerpo. Hacía siglos que no me sentía así de tranquila, pero cuando empecé a dejarme llevar el viento cambió y sopló fuerte. Elaya se separó ràpidamente y miró fijamente hacia el negro bosque. Fue curioso observarla y darme cuenta que en su rostro se dibujaba una sonrisa. Un ruido extraño y grave se escuchó detrás de nosotras, venía de entre los árboles. Algo muy grande resopló e inundó el ambiente de calor. Me giré y me levanté a tal velocidad que me desequilibre y caí de culo al suelo. No podía creer lo que estaba viendo, un sudor frío me recorrió el cuerpo de pies a cabeza y sentí que el cuerpo se me paralizaba. Empalidecí.

  • QUÉ ES ESTO!?
  • No te asustes Hanae, tranquila, es Ryuu.- se apresuró a decir Elaya y se acercó a la gigantesca criatura. Alzó su mano y le acarició el hocico. La cosa ronroneó como si de un gatito se tratara.
  • ¿Qué no me asuste!? Es una bestia! El animal gruñó, movió su enorme cabeza de un lado a otro, mostrando su largo cuello y su cuerpo lleno de escamas y pinchos. Movía las uñas en el suelo cual leona a punto de saltar a por su presa.
  • No le vas a caer muy bien si vas diciendo estas cosas de él.- dijo en tono burlón. Elaya parecía divertirse, pero yo seguía atónita en el suelo, temiendo que de un momento a otro esta bestia iba a comerme.
  • Es un… Dragón…- me levanté despacio.
  • Así es. El pequeño de la familia.
  • Suerte que es el pequeño… .-dije irónicamente.- Estoy alucinando… Realmente existen… y es gigante!!
  • Ven conmigo.- Elaya me tendió su mano.
  • Cómo?!
  • Vamos ven.- insistió.- Le caes bien.
  • Y cómo puedes saber eso!? No pienso acercarme!
  • Confía en mi.- dijo y me tendió de nuevo la mano. Respiré hondo y miré nuevamente a la bestia. Estaba cagada de miedo, pero cogí la mano de Elaya con fuerza. Las piernas me temblaban y casi no podía respirar. Sentía que si hacía cualquier movimiento este dragón iba a calcinarme. Caminé unos pasos junto a ella y cuando lo tuve más cerca me di cuenta de que su piel era brillante, era una bestia majestuosa, su respiración era muy calmada y su ruido gutural era casi agradable a los oídos. Me vi reflejada en sus ojos amarillos que me observaban con detenimiento.
  • Es precioso….- dije. Tener tan cerca a un dragón me provocaba escalofríos. Tenía la piel de gallina, no pensé que en mi vida vería uno y mucho menos tenerlo tan cerca. Era algo difícil de creer. Mi madre me había contado historias de dragones pero hasta hoy tenía dudas sobre si su existencia era real o no.
  • Vamos, salúdalo.

Alcé la otra mano. El dragón la olió durante un momento y luego apoyó lentamente su nariz en la palma de mi mano. Noté su piel, era áspera y dura como una roca y muy cálida. Noté su aliento cuando respiró, era casi como meter la mano en una hoguera, pero no me asusté. No me atreví tampoco a mirarle a los ojos pero aquella sensación era increíble. Una especie de emoción inundó todo mi cuerpo. En un instante, cuando Ryuu tuvo suficiente, alzó su gran cabeza al cielo, abrió sus inmensas alas y despegó bien alto. Mi corazón latió a mil por hora. Elaya apretó fuerte mi mano, fue entonces cuando volví al mundo real y me di cuenta de que aún tenía su mano sujeta. Ella me miraba y sonreía. Su sonrisa se me contagió.

  • Ves como le has caído bien? No suele venir cuando estoy con alguien. Tienes algo que le ha gustado. Miré a Elaya un instante pero mis ojos volvieron al cielo, viendo como el dragón se alejaba e iba desapareciendo en la oscuridad de la noche.
  • A mí me ha gustado todo él.- dije fascinada.

03